sábado, 15 de octubre de 2016

Jornadas De Servicio 2017

Operativo HLP 500


Queridos colegas.
Desde el Presbiterio Mayor queremos compartirles un proyecto sobre ¨Jornadas Misioneras¨ para el verano 2017.
En nuestro encuentro del 20-21 de mayo entre varios asuntos, conversamos sobre los jóvenes y la respuesta al servicio en el  verano pasado y otros años, por gracia y obra del Señor vemos que los jóvenes de nuestra familia de iglesias responden muy bien a esta clase de actividades, también tuvimos en cuenta las distintas promociones de HLN, que al culminar este año  ya alcanzarán  los 150  jóvenes de Argentina y Bolivia, que sin duda esperan un desafío mayor. Por esta causa surge la idea que ya comencemos a organizar las jornadas misioneras 17´, convocando hasta 500 jóvenes de  los dos países con el acuerdo de nuestro colegas en Bolivia que ya comparten la idea.

La movilización previa será la siguiente:
Programación:
  • En cada presbiterio se buscará lugares donde desarrollar jornadas misioneras, esto si es posible antes del 9 de julio.
  • El 9 de julio en Gral. Pico el presbiterio mayor y el grupo de enlace, programara la movilización de cada presbiterio, teniendo en cuenta a las distintas promociones de HLN, para acompañar el liderazgo y coordinación de los distintos lugares donde se realicen las jornadas.
  • En noviembre o antes se visitaran los lugares a misionar, se harán contactos con intendentes, delegados municipales y directores de colegio según lo que se quiera hacer en cada lugar, llevando carpetas con fotos de las jornadas misioneras realizadas en otros lugares, Rubén y Paty Lago preparan dicha carpeta.
  • Se tratará que los lugares a misionar queden bajo los presbiterios correspondientes de tal manera que haya continuidad del trabajo realizado.
  • El desafío es grande por lo tanto requiere unanimidad entre el Presbiterio Mayor, el Grupo de Enlace y los distintos presbiterios de Argentina y Bolivia,  unidos  en La Gran Comisión.
  • Miguel A Singh y sus grupos de oración organizaran la intercesión por este Operativo HLP (hacia los pueblos)
  • Todos inspirados en la palabra profética de Isaías 55:12 Porque con alegría saldréis, y con paz seréis conducidos; los montes y colinas prorrumpirán en gritos de júbilo delante de vosotros,  y todos los árboles del campo batirán palmas. Amén!! (versión BlA)
Para mas informacion: 
Web: www.operativohlp500.org 
Mail: info@operativohlp500.org


Por el presbiterio mayor.

martes, 6 de septiembre de 2016

La acción de la Iglesia: orar y predicar el evangelio. Parte 2

Algunas Pautas Para Comenzar

Empezar la Obra en una localidad,  es una de las tareas más apasionantes que la Iglesia debe llevar a cabo.
  Es de fundamental importancia que tengamos en cuenta el tremendo impacto espiritual que tiene este movimiento que realiza la Iglesia para extender el alcance del Reino de Dios. Por lo tanto, es indispensable que la Iglesia asuma que este movimiento debe ser precedido por la oración y acompañado por la oración.
Puede ser que le caigamos bien a la gente del pueblo, que nos reciban con simpatía y nos halaguen y aplaudan por la buena obra que hagamos.
También puede ser que “se nos abran puertas” con las autoridades del lugar, instituciones y demás.
Pero, no debemos engañarnos ni ser ingenuos: NO SOMOS BIEN RECIBIDOS POR EL ENEMIGO.
Conocemos las artimañas del diablo. Mientras nosotros hablamos,  hacemos planes, y discutimos acerca de estrategias, el diablo escucha y hace sus propios planes  para oponerse a nuestra acción.
Mientras hablamos, el enemigo está tranquilo, pero cuando la Iglesia se pone de acuerdo y ora, el diablo tiembla y Dios comienza a obrar, va delante y nos acompaña en todo lo que hagamos. Jesús vino a deshacer las obras del diablo.
La palabra nos ilustra:

“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino  contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad  en las regiones celestes”. (Ef 6.11-12)

Estas huestes espirituales de maldad son las que se han adueñado del pueblo en cuestión, organizando y desarrollando en base al pecado toda clase de actividades que buscan matar y destruir a los habitantes del lugar. Nosotros vamos en el nombre del Señor a establecer el Reino, liberar a los cautivos y llevar la Vida de Cristo a esas personas. La extensión del Reino es un acontecimiento espiritual.
            Por supuesto, no estamos diciendo que las personas que habitan en una localidad determinada están todos endemoniados, pero sí que están oprimidos por el diablo.
            Tampoco vamos a caer en el error de la improvisación y pensar  que no son necesarias la planificación y organización, pero sí que éstas deben estar  bajo la autoridad del Espíritu.
Planteada así la situación, si la Iglesia avanza llevando el Reino de Dios, utilizando las armas espirituales de la oración y el ayuno, tiene la victoria asegurada.
Claro que  es muy lógico entender que habrá una reacción, y muy fuerte, de parte del reino de las tinieblas que se ve seriamente amenazado y presiente la segura derrota.
En este sentido es muy esclarecedora la palabra de Jesús:

“Todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae… Más si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el Reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
Pero, cuando viene otro más fuerte que él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba y reparte el botín.” (Lc 11.17-22)
El texto se explica por si mismo. El hombre fuerte tiene su palacio, en nuestro caso el pueblo, y lo guarda con sus armas. Nosotros, la Iglesia, vamos a predicar el Evangelio en el nombre del Señor, el Todopoderoso, le atamos y le sacamos el botín, las vidas de la gente.
No estamos luchando contra la gente, por el contrario, estamos a su favor.
Pero, no olvidemos,  estamos luchando contra principados espirituales de maldad.
  El movimiento de la Iglesia comienza con la oración. La iniciativa está en la Tierra y más específicamente le corresponde a la Iglesia. Dios obra y hace de acuerdo a lo que le pedimos. Con la oración, Dios nos ha dado una arma poderosísima, debemos usarla.
Dijo Jesús:

“De cierto les digo que atéis en la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
Otra vez os digo, que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en los cielos”. (Mt 18.18-19)

Llegará el día en que nos pongamos de acuerdo para atar y desatar en los cielos, en ese día avanzaremos con autoridad y poder verdadero más allá de todo lo humano.
Ya sabemos que cuando oramos se manifestará  la  oposición de las tinieblas pero mucho más se pondrá en evidencia su derrota.
  Juntamente con Cristo somos más que vencedores, El está con nosotros, le ha despojado de todo poder y le humilló venciéndolo en la Cruz.   
Esa Victoria Jesús la comparte con nosotros cuando avanzamos en su Nombre y libramos la batalla en oración y predicando el mensaje de Salvación.

Oremos, prediquemos el Evangelio, establezcamos el Reino donde vayamos que Dios está con nosotros. Él nos bendecirá.

jueves, 18 de agosto de 2016

La acción de la Iglesia: orar y predicar el evangelio. Parte 1

La palabra de Dios tiene poder en sí misma. Arroja luz, es penetrante como espada de dos filos y separa lo bueno de lo malo.
 El relato de la ascensión que nos brinda el Evangelio de Mateo culmina con una hermosa y alentadora afirmación:

“…Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén”.

            Es interesante observar la actitud de “ellos”, los discípulos que, salieron y predicaron por todas partes, mientras que el Señor les ayudaba y confirmaba la palabra con señales.
Esta palabra tiene vigencia hoy y debe fortalecernos en el trabajo de la extensión y predicación del Evangelio. Más tarde, en el libro de los Hechos, encontramos varias ocasiones en que se nos refiere la relación entre la oración y la predicación.
Al principio se nos relata que, según las indicaciones de Jesús, los discípulos estaban  reunidos unánimes esperando la Promesa en oración.
Cuando los Apóstoles tuvieron que resolver el problema de las diferencias en la atención entre las viudas hebreas y griegas, ellos definieron claramente su ministerio apostólico y al mismo tiempo la unión que existe entre la oración y la predicación cuando dijeron:
“Y nosotros persistiremos en la oración y el ministerio de la palabra.” (Hch 6.4)

Cuando Pedro y Juan, después de ser liberados de la cárcel, relatan a los hermanos lo que habían vivido, una vez más unánimes oran pidiendo denuedo para predicar la palabra, y que el Señor la confirme “…haciendo sanidades, señales y prodigios”   (Hch  4.29-31). El Señor les concedió la petición.
            Desde luego que, a lo largo de los siglos, en innumerables ocasiones se ha predicado el Evangelio, o simplemente proclamado una Palabra de Dios, y ha habido frutos. Sin embargo,  sería una verdadera locura tomar la liviana actitud de dedicarnos a  predicar sin orar, ya que como la palabra de Dios tiene poder, no hace falta que oremos.
También debemos rescatar como válida e importante esa predicación espontánea que surge del espíritu y la hacemos sin pensar  ni prepararnos. Pero, insisto en que hay un tremendo y poderoso poder en la predicación cuando es respaldada por la oración.
  También el apóstol Pablo pedía a la Iglesia que ore por él y su ministerio de la Palabra:
 “…(oren) por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio…que con denuedo hable de él, como debo hablar.” (Ef 6.19-20)
Y, otra vez: “Por lo demás hermanos, oren por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre ustedes. (2 Tes 3.1)

Decimos que oración y predicación deben ir juntas, debiendo ser muy cuidadosos en evitar  que una prevalezca sobre la otra. Oración y predicación no deben provocar en la iglesia antagonismos o confrontaciones que pueden dar lugar a vanidad y divisiones.
Oración y predicación deben ir juntas, se potencian mutuamente y no deben separarse.
No es bueno que en la Iglesia algunos enfaticen la oración en desmedro de la predicación o viceversa. Tendremos que comprender que en el Cuerpo hay distintos dones y que los dones son para la edificación del Cuerpo. Todos son necesarios y deben  funcionar y desarrollarse en un mismo espíritu. El Espíritu es uno y todo procede de Dios, de manera que debemos ayudarnos y complementarnos y nadie debe decir al otro: “ no te necesito”, ni tener actitud de altivez o suficiencia erróneamente basado en que  lo que yo diga o haga es lo más importante desmereciendo a los demás.  

¿DÓNDE  DEBEMOS IR A PREDICAR?

“…Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se los permitió. Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.
 Y se le mostró a Pablo una visión de noche: Un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.
  Cuando vio la visión, enseguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.” (Hch. 16.6-10)

  Está muy claro que debemos predicar el Evangelio a toda criatura, para lo cual tenemos que llegar hasta lo último de la Tierra, ya que el propósito de Dios es que todos lleguen a ser salvos. 
Pero,  en el pasaje citado, encontramos que dentro de este marco general de la predicación de la Palabra, es el Espíritu Santo el que dirige la Obra de Dios y la extensión del Reino.
Jesús les indicó con claridad, por donde debían empezar. En Jerusalén, en toda Judea y Samaria.
  Después de Pentecostés, es el Espíritu Santo el que toma el mando y va guiando la tarea. Por la dispersión, el Evangelio se extiende a Samaria. Felipe es llevado por el Espíritu al desierto para que le predique a un etíope, quién según la tradición lo llevó a su país. El Espíritu obró simultáneamente en Pedro mientras estaba orando y, respondiendo las oraciones de un centurión romano, organizó todo para que el Apóstol fuera a la casa  de Cornelio y abriera la puerta para la predicación del Evangelio a los gentiles.
Fue el Espíritu el que dijo: “…Apartadme a Bernabé y Saulo para la Obra a que los he llamado”. Así comienzan los viajes misioneros de Pablo, llegando a ese momento que registra Lucas en Hechos 16. Pablo estaba persuadido que debía ir para Asia, pero nos encontramos con la asombrosa oposición del Espíritu que les prohibió ir en esa dirección. El Apóstol no se dió por vencido e insistió pretendiendo ir hacia Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió. Por fin El Espíritu habla a Pablo en visión y le indica claramente que tenía que ir para Macedonia ¡Justo en sentido contrario a Asia donde Pablo quería ir!
   Entonces sí, Pablo entendió y prestamente obedeció al Espíritu Santo dejándose guiar por Él. No le fue mal. Enseguida se la abrieron las puertas en Filipos, y también las puertas de la casa de Lidia, que recién bautizada, los obligó a hospedarse en su casa. De allí siguieron viaje y las iglesias de Tesalónica, Berea, Corinto, Éfeso y demás ciudades hasta Ilirico, ubicada en la frontera del Imperio todo fue llenado con el Evangelio por el trabajo de este maravilloso varón de Dios y sus colaboradores.

En estos días en que nos aprestamos a extendernos y llevar la palabra a otros pueblos, que bueno será buscar y seguir la guía del Espíritu. Para eso debemos ponernos bajo la autoridad de Jesús y rogar para que el  Espíritu Santo nos guíe adonde Él tiene dispuesto que vayamos a predicar y con corazón dispuesto y sumiso dejarnos llevar.
 

No caigamos en el error de disponer por nuestra cuenta, basándonos en pensamientos humanos, prejuicios o intereses personales. Dejemos que el Espíritu Santo gobierne.
Primero oremos preguntando adonde debemos de ir,  tomemos un tiempo para poder escuchar la voz del Espíritu y entonces sí, con su guía y Soberana dirección vayamos a la Obra.

Nos va a ir bien.  

Por Miguel Ángel Singh  26/06/2016

Pubicaremos la segunda parte en próximos dias.

sábado, 25 de junio de 2016

Nuestro funcionamiento ministerial

    

       Con el correr de los años, cada vez se hace más claro que un verdadero funcionamiento nos lleva a ordenar nuestra gestión ministerial en equipos. Estos equipos, bien concertados, nos darán un desarrollo local, trans local e internacional.       En Juan 7:18 Jesús dijo. "...El que habla de sí mismo, gloria propia busca….". Desde ya, no hay otro ejemplo más claro de equipo que la trinidad Padre-Hijo-Espíritu Santo. Jesús llamo a sus discípulos "amigos". Pablo se consideraba, junto a los que le acompañaban, "colaboradores de Dios". Pedro dice: Yo anciano también con ellos…"     Es necesario formar equipos virtuosos, transparentes, que nos permitan reflexionar juntos y gozar del compañerismo y la amistad. Esto nos garantiza un avance armonioso y vigoroso; ya que esto refleja un funcionamiento con relaciones claras y definidas, basadas en la gracia dada por el Señor a cada uno. Dice en Romanos 12:10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal. En cuanto a honra, prefiriendoos los unos a los otros..."       El amor fraternal y el reconocimiento, son actitudes fundamentales para la conformación de equipos. El amor fraternal hace que no pongamos nuestra mirada en los defectos de nuestro hermano, sino en la gracia dada por el Señor. El reconocimiento tiene dos características que nos ayudan a percibir, primero, mis limitaciones sin frustrarme, sabiendo que lo que yo no tengo, está en el Cuerpo de Cristo. La segunda característica del reconocimiento es, percibir  la gracia del Señor en otros y cultivar una relación seria en Dios.    Es muy sutil la idea de que en mí está toda la revelación para un funcionamiento fructífero. No lo decimos, pero una y otra vez actuamos así. No lo digo para condenarnos sino para que reflexionemos juntos sobre el tema, y que seamos capaces de ver la realidad de que no puedo pretender una gestión en base a lo que yo "cocino"  en mi intimidad.    La soledad no nos hace más seguros sino débiles y temerosos. Tememos  que mis proyectos fracasen si los exponemos o los ponemos a la consideración de otros. La verdad, muchas veces he experimentado que mis planes se detienen cuando los comparto, pero confío en la integridad de mis colegas y por sobre todo que si lo que he planeado es de Dios, El lo prosperará también en los demás.    El individualismo fracciona el Cuerpo y crea divisiones innecesarias. La historia de la Iglesia nos muestra esto. Pablo ya luchaba con esto. En 1 Cor. 3: 4-6 dice: "Porque diciendo el uno; yo ciertamente soy de Pablo; y el otro, yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?, ¿Que es pues, Pablo y qué es  Apolos? servidores por medio de los cuales habéis creído, y eso según lo que a cada uno le concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Pablo califica estas actitudes como "carnalidades", como una inmadurez que debemos combatir en la hermandad, pero si somos proclives a tener adeptos y nos rodeamos de gente que siempre nos halaga, sin querer estamos produciendo este tipo de espiritualidad "uniforme" que termina en división.    Siempre surgen los fanáticos de uno u otro lado. Pero una actitud como la de Pablo termina con nuestro individualismo y las divisiones intestinas, y la hermandad sabe que nuestras diferencias no nos dividen, que solo el pecado o la herejía pueden separarnos.         Sin duda, aunque hablamos de esto con claridad, la mejor enseñanza sobre esto son nuestras actitudes renunciando al individualismo.      En lo cotidiano, debemos tener un funcionamiento práctico y conocido, ya que esto trae paz y ubicación para el ministerio y a los hermanos. En nuestra experiencia sin creer que es la única manera, hemos adoptado el sistema de funcionar por un Presbiterio Mayor y presbiterios zonales y/o regionales. Cuando leemos las cartas apostólicas percibimos que principalmente Pablo tenía un funcionamiento así. Siempre se ve un equipo cercano de hombres que gobernaban en forma translocal, en estrecha relación con  los  pastores o ancianos locales.      Estos colaboradores nucleaban, transmitían la doctrina y la guardaban,  corregían lo deficiente, guardaban la unidad de la Iglesia mediante la información, coordinaban los ministerios y reconocían ancianos y diáconos. De esta forma, impedían el localismo y el egocentrismo que se crea por naturaleza cuando un obrero no tiene contacto con  la obra translocal e internacional.         El Presbiterio Mayor tiene como deber mantener una visión amplia de la familia de iglesias a las cuales sirve. Las cartas apostólicas siempre informaban de todo lo que acontecía en la Iglesia universal. Es más, algunas cartas eran a la Iglesia universal, como Santiago 1:1 "Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión. Salud.
O 1Pedro 1:1 "Pedro, Apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia" Ef. 3: 17-19 "...para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, para profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios."      Si miramos el apostolado de Pablo como el ministerio a los gentiles, vemos un ministerio con una visión cósmica, con una entrega total, con claridad en el mensaje, una pasión por la extensión del Reino, la convicción acerca de la Iglesia como cuerpo, y un funcionamiento como equipo con muchos. Pablo podía decirle a Timoteo ¨Lo que has oído de mí ante muchos testigos¨
      Todo esto y mucho más, nos da la visión de que hay ministerios mayores e intermedios, que no son jerarquías sino funciones  al servicio del crecimiento del Cuerpo. En nuestro caso, como mencioné, funcionamos con un Ministerio Mayor y Presbiterios zonales y/o regionales. Esto nos ha hecho mucho bien porque le ha dado cohesión a nuestra familia de iglesias, por más distancia que haya entre una congregación y otra, siempre tienen un presbiterio a mano al cual pertenece cada una de la congregaciones, también siempre tienen algún miembro del Presbiterio Mayor a mano, y estamos agregando un Grupo de Enlace para ayudar entre el Presbiterio Mayor y los presbiterios.       En la medida que vamos creciendo debemos ver como guardar la unidad y cobertura a cada obrero y congregación, por lo tanto se hace necesario un enlace  cuya función sea trabajar en combinación  con el Presbiterio Mayor y los respectivos Presbiterios. Cada miembro del Grupo de Enlace pertenece a un Presbiterio, por lo tanto es alguien bien conocido por los demás presbíteros, y ha alcanzado un lugar de reconocimiento entre sus pares. Su función debe ser colaborar con el Presbiterio Mayor, en los vacíos que se producen por el crecimiento de la obra, muchas veces la  información, la visitación a los presbíteros y congregaciones, comienzan a escasear y eso se convierte en algo negativo. Nuestra responsabilidad es cubrir todo lo que el Señor nos ha puesto a ministrar.      Por supuesto, esto no debe excluirnos de una visión de unidad con todo el Cuerpo de Cristo, ni debemos pensar que este esquema es el único. Esto es lo que hasta ahora nos ha dado un funcionamiento armonioso, aun con muchas dificultades nos va ayudando a extendernos y pastorear lo alcanzado.                                                                 

                                                             Osvaldo Cepeda    31/5/16